"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

sábado, 16 de junio de 2007

La noche de San Juan


Como, a estas alturas de la película, todos los que han pasado por esta casa han intuido que soy de Valladolid (o Pucela, aunque sólo los de Valladolid tenemos derecho a llamarla así), no me importa hablar de la noche de San Juan.

¿Y por qué precisamente de la noche de San Juan de Valladolid? Por dos motivos: porque es la que conozco y porque, por lo visto, merece mención especial.

Me dice mi compañera:
- Están preguntando mucho por habitaciones para el fin de semana que viene. Supongo que es por lo de San Juan.
- (Asombro) ¿Y "eso" trae gente de fuera?
- Eso parece.

Bajo mi particular (y subjetivo, por supuesto) punto de vista, la noche de San Juan es una de las peores horteradas que se nos pudo colar en Castilla. Va contra el más esencial carácter castellano, que sólo acepta lo que ve, oye y razona. Por lo tanto, queda excluído todo tipo de magia, brujas y demás engendros. Sí, yo tengo amigas que se han dejado vaciar el bolsillo por oír de una vieja lo que querían oír. Pero no es lo normal. Otro día hablaré de ello.

"Es que la noche de San Juan tiene algo mágico..." Sí, sí, mágico. Ese día te traen a casa como una cuba y eso es lo que hay.

Y no digamos lo interesante que se puso la cosa con eso de que el alcalde no dejaba hacer la hoguera en Las Moreras, por el follonazo que armaban a los vecinos circundantes. Había que ir allí, "es la tradición", y eso. Amigo, a todo lo demás se unía ahora la interesantísima experiencia de correr delante de la policía, de llegar a casa magullado con heridas de guerra, salir en primera plana en el periódico local (los mártires de Las Moreras), contárselo después a los hermanos pequeños, que acabarán fascinados por tener un héroe en casa. O a los mayores, que nunca supieron lo que era bueno.

Por eso, este año que el alcalde ha vuelto a permitir regresar a Las Moreras, me temo que se acaba esa emoción. De la tranca de los nacionales regresamos a quedarnos sólo con la propia, ganada a pulso con méritos propios y que nos permite volver a rastras a casa.