"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

martes, 18 de septiembre de 2007

Si hubiera tenido "valor"


No sé qué habrá sido de mi vecina de cama en el hotelito. Allí quedó cuando yo salí. Sus setenta y casi todos los años y varias vías por las que hacía agua no hacían presagiar nada bueno. Pocos meses atrás había quedado viuda, lo que unido a sus dolores físicos y malestar casi continuo, hacía que la mujer tuviera el ánimo por los suelos.

- ¡Ay, si yo hubiera tenido valor...!
- ¿Valor para qué?
- Para marcharme con mi marido. Pero no lo tuve y aquí estoy.

De no ser por lo dramático de la situación me habría echado a reír. Al fin y al cabo, si lo decía de verdad, aún estaba a tiempo. No estaba totalmente impedida como para necesitar la colaboración de alguien en tan siniestra y macabra tarea. De un plumazo se me ocurren varias formas en las que lo podía haber llevado a cabo sin que los demás nos hubiésemos enterado hasta que no hubiera remedio. Estaba claro que lo decía con la boca pequeña.
No quería meterme en muchas filosofías con ella. Dada su situación, no estaba muy receptiva.

- Eso no es valor, Balbina. Es una cobardía como un caballo. ¿Y tus hijos, tus nietos? Les ibas a dar el disgusto de su vida.
- Se lo voy a dar de todas formas... ¡Cuanto antes mejor!
- ¡Sí, como que es lo mismo! –
Intervino la otra compañera.- Me dice a mí mi abuela que se va a marchar al otro barrio porque la da la gana y me da un yuyu.
- ¡Ay, ay...!
– Y desapareció renqueante tras la puerta del baño.

Nadie ponía en duda su estado. Pero no se puede llamar valor a la huída ante el sufrimiento. Lo peor es cuando uno pierde la noción de lo importante que es para los demás.
No pude evitar acordarme del caso de la abuela de una amiga mía. Siempre estaba diciendo que, con lo vieja que ya era, no entendía por qué Dios no la quitaba de en medio, que no hacía más que estorbar, que se quería morir cuanto antes. “Yo lo que quiero es morirme, no sé qué hago aquí”, etc. Un día, en casa con sus hijos y nietos, estalló de repente la olla exprés. Toda la familia quedó aterrorizada ante el estruendo. Cuando supieron de qué se trataba acudieron al lugar de los hechos, es decir la cocina, para comprobar desperfectos y el estado de la situación. Alguien preguntó: “¿Dónde está la abuela?”. Mirando alrededor unos y otros comprobaron, efectivamente, que la abuela había desaparecido. “¡Miradla! ¡Mirad dónde está la abuela!”, dijo uno al fin, señalando por la ventana. Al oír el impacto, había bajado como un rayo los cuatro pisos y estaba ya en la calle, en la acera de enfrente, aguardando acontecimientos en lugar seguro. “Y digo yo” me contaba su nieta entre risas, “si lo que quiere es morirse, ésta era la ocasión ideal, ¿no? Que se hubiera quedado allí quieta, a ver si había otra explosión. ¿A qué viene tanto correr?
Mucha boca, mucha.
Además, lo que dice la frase del día de mi calendario de mesa es una verdad como un templo: “Si no le ha llegado la hora, ni siquiera un médico es capaz de matarlo”.