"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

miércoles, 28 de noviembre de 2007

El muerto

Una noche, hace ya varios años, soñé que había matado a alguien. No sé a quién, ni cómo, ni por qué. Lo que sí recuerdo es la maléfica noche que pasé intentando ocultar el cadáver, empresa nada fácil porque, obviamente, no quería que nadie lo viera. Por eso, mientras pensaba qué hacía con él, lo dejé dentro de mi habitación. Pero pasaba el tiempo, y no hacía más que estorbarme. Siempre tenía que pasar por encima de él, tendido como estaba ahí en el suelo. Así que decidí arrastrarlo debajo de la cama. Por lo menos así ya no me tropezaría con él cada dos por tres, y además quedaba fuera de mi vista. Así, oculto, parecía haber dejado de existir.

Pero no. El maldito me recordaba su presencia cada vez que iba a barrer debajo de la cama. Sácalo, ponlo en otro sitio, vuelve a meterlo... Ay, qué agonía. Debería deshacerme de él, pero, ¿cómo? Empezaba a pensar seriamente en la posibilidad de descubrirlo, así al menos acabaría todo. Acarrear con las consecuencias quizá fuera más llevadero y luego, ¡vía libre!

¡No, no! Vamos a seguir ocultándolo por un tiempo, quizá se me ocurra algo. Tiene que haber otra solución. Mientras tanto... no sé, voy a cambiarlo de sitio, lo meto en un cajón y así no lo tengo que mover cada vez que limpie la habitación. ¡Aumpf! ¡Adentro! Cajón cerrado, asunto arreglado.

Pasó más tiempo, y era como si el problema hubiera desaparecido, incluso el muerto parecía que ya no estaba. No lo veía, no lo sentía. Tanto me olvidé, que un día voy a abrir un cajón para coger un jersey y ¡maldita sea, este muerto de...! Allí lo había dejado y allí seguía, recordándome que tenía que tomar una decisión. Mientras tanto, hiciera lo que hiciera y más tarde o más temprano, el muerto saldría de nuevo a flote.

Me desperté, suspiré y no lo di más importancia. No tenía ningún muerto que esconder, qué alivio.

Maldita concienc... digo, ¡maldito muerto!