"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 27 de septiembre de 2007

¿Antes no se llevaba?

Las dos personas con las que conviví hace un par de semanas no tenían nada que ver la una con la otra. Así como una de ellas tenía una gran experiencia de la vida (ya he hablado de ella anteriormente), la otra era joven, sin llegar a los treinta, y pasaba en estos momentos por lo que yo juzgaba que podría ser la cúspide de su vida: éxito profesional, remontada económica, independencia total, "fortuna en amores", etc. Sólo espero que lo suyo al final "no sea nada", como se suele decir.
Entre las tres hablábamos mucho.

- Mi novio y yo llevábamos cinco años saliendo y ahora en junio nos hemos ido a vivir juntos. - explicó la joven, emocionada.
- Nada, nosotros nos casamos. Antes eso tuyo no se llevaba.-
respondió la decana del equipo.
- ¿Cuál, el concubinato? Si es más viejo que la tos.

No, no lo dije. Una lástima. Sólo lo pensé. Comprendo que dicho así habría sido como una puñalada en pleno diafragma, y cuando tres personas han de compartir cinco metros cuadrados las veinticuatro horas del día, más vale llevarse bien.
Pero, ¿por qué habría de sentarle mal? ¿Cuál es el problema realmente?
Recuerdo que cuando estaba el elemento ése de ETA en huelga de hambre y decían que dejaban entrar a su "novia" donde él estaba, alguien puntualizó: "Su concubina. No mancilles la palabra novia".
¿Cuál es el problema de los términos correctos? ¿Nos recuerdan nuestra conducta y preferimos darlos de lado?

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Sin complejo

- Mira, ¿ves? Eso es una nécora, ¿la ves? Salúdala, di “holaaa”.

Veía claramente que quien hablaba era una mujer de mediana edad, delgadísima, situada frente al cristal de una pescadería de cierto lujo. Miraba a la macro-pecera que se ve desde la calle y señalaba los distintos bichos que la habitaban. Sí, veía quién hablaba. Pero ¿a quién? Porque parecía estar sola. A medida que me acercaba, fui comprobando que sobre el hombro contrario a mi perspectiva inicial llevaba una jaula y dentro un pájaro, claro. Una especie de abubilla o algo así. Es decir, estaba en plena vía pública, enseñando a su abubilla los distintos tipos de peces y marisco. Y diciéndole que saludara: holaaa. Al principio me dio pena. Pero, pensándolo, también cierta envidia: ahí estaba, haciendo lo que quería, sin importarle qué dirá la gente que la vea.
Y yo pensando que el descosido de mi chaqueta iba llamando excesivamente la atención…

domingo, 23 de septiembre de 2007

Para sonreír un poco

Ayer me pasaron esto, a lo mejor lo conocéis, pero para quien no lo haya visto es curioso. Hay que leerlo de arriba a abajo, primero, y luego de abajo a arriba, frase por frase.



1. En nuestro partido cumplimos con lo que prometemos.
2. Sólo los imbéciles pueden creer que
3. no lucharemos contra la corrupción.
4. Porque si hay algo seguro para nosotros es que
5. la honestidad y la transparencia son fundamentales
6. para alcanzar nuestros ideales.
7. Demostraremos que es una gran estupidez creer que
8. las mafias seguirán formando parte nuestro gobierno
9. como en otros tiempos.
10. Aseguramos sin resquicio de duda que
11. la justicia social será el fin principal de nuestro mandato.
12. Pese a eso, todavía hay gente estúpida que piensa que
13. se pueda seguir gobernando con las artimañas de la vieja política.
14. Mientras estemos en el poder, haremos lo imposible para que
15. se acaben las situaciones privilegiadas y el tráfico de influencias.
16. No permitiremos de ningún modo que
17. nuestros niños tengan una formación insuficiente.
18. Cumpliremos nuestros propósitos aunque
19. los recursos económicos se hayan agotado.
20. Ejerceremos el poder hasta que
21. comprendan desde ahora que
22. Somos la "nueva política".

martes, 18 de septiembre de 2007

Si hubiera tenido "valor"


No sé qué habrá sido de mi vecina de cama en el hotelito. Allí quedó cuando yo salí. Sus setenta y casi todos los años y varias vías por las que hacía agua no hacían presagiar nada bueno. Pocos meses atrás había quedado viuda, lo que unido a sus dolores físicos y malestar casi continuo, hacía que la mujer tuviera el ánimo por los suelos.

- ¡Ay, si yo hubiera tenido valor...!
- ¿Valor para qué?
- Para marcharme con mi marido. Pero no lo tuve y aquí estoy.

De no ser por lo dramático de la situación me habría echado a reír. Al fin y al cabo, si lo decía de verdad, aún estaba a tiempo. No estaba totalmente impedida como para necesitar la colaboración de alguien en tan siniestra y macabra tarea. De un plumazo se me ocurren varias formas en las que lo podía haber llevado a cabo sin que los demás nos hubiésemos enterado hasta que no hubiera remedio. Estaba claro que lo decía con la boca pequeña.
No quería meterme en muchas filosofías con ella. Dada su situación, no estaba muy receptiva.

- Eso no es valor, Balbina. Es una cobardía como un caballo. ¿Y tus hijos, tus nietos? Les ibas a dar el disgusto de su vida.
- Se lo voy a dar de todas formas... ¡Cuanto antes mejor!
- ¡Sí, como que es lo mismo! –
Intervino la otra compañera.- Me dice a mí mi abuela que se va a marchar al otro barrio porque la da la gana y me da un yuyu.
- ¡Ay, ay...!
– Y desapareció renqueante tras la puerta del baño.

Nadie ponía en duda su estado. Pero no se puede llamar valor a la huída ante el sufrimiento. Lo peor es cuando uno pierde la noción de lo importante que es para los demás.
No pude evitar acordarme del caso de la abuela de una amiga mía. Siempre estaba diciendo que, con lo vieja que ya era, no entendía por qué Dios no la quitaba de en medio, que no hacía más que estorbar, que se quería morir cuanto antes. “Yo lo que quiero es morirme, no sé qué hago aquí”, etc. Un día, en casa con sus hijos y nietos, estalló de repente la olla exprés. Toda la familia quedó aterrorizada ante el estruendo. Cuando supieron de qué se trataba acudieron al lugar de los hechos, es decir la cocina, para comprobar desperfectos y el estado de la situación. Alguien preguntó: “¿Dónde está la abuela?”. Mirando alrededor unos y otros comprobaron, efectivamente, que la abuela había desaparecido. “¡Miradla! ¡Mirad dónde está la abuela!”, dijo uno al fin, señalando por la ventana. Al oír el impacto, había bajado como un rayo los cuatro pisos y estaba ya en la calle, en la acera de enfrente, aguardando acontecimientos en lugar seguro. “Y digo yo” me contaba su nieta entre risas, “si lo que quiere es morirse, ésta era la ocasión ideal, ¿no? Que se hubiera quedado allí quieta, a ver si había otra explosión. ¿A qué viene tanto correr?
Mucha boca, mucha.
Además, lo que dice la frase del día de mi calendario de mesa es una verdad como un templo: “Si no le ha llegado la hora, ni siquiera un médico es capaz de matarlo”.

sábado, 15 de septiembre de 2007

¡Hola a todos!

Me alegro de volver.

Increíble. Dijeron diez días, y diez días han sido. Qué precisión.
No están mal los hotelitos de la Seguridad Social, aunque pueden mejorar, vaya que sí. Tiempo al tiempo.
Últimamente tienen por costumbre hacerte saber, de forma solapada y como quien no quiere la cosa, a cuánto asciende tu pensión completa, más las atenciones adjuntas, etc. En fin, todo aquello de lo que te libras de pagar de un tirón, como pasa en la privada. Para que sepas las ventajas que tienes y te olvides de las pequeñas incomodidades, tales como retrasos de diez meses en las consultas (no exagero), habitaciones triples, fumadoras nocturnas que piensan cándidamente que su humo no sale de la sala de personal, etc.
Todo esto lo digo con una sonrisa en los labios, tampoco quiero que nadie piense que he estado los diez días enfadada con todo lo que me rodeaba. Al contrario, ha sido la mar de llevadero y en ocasiones divertido. También he visto cómo las cosas salen adelante cuando uno pone de su parte. Es el gracioso caso del tipo que estaba en la ventanilla de información. No debía de haber dormido muy bien esa noche, porque fui a pedir un certificado de alta y me miró como si le estuviera pidiendo un plato de alubias.

- ¿¿Cómo??
- Sí..., un certificado de haber salido de aquí hoy. Para llevárselo al médico, ¿sabe? ¿O con lo que dan arriba ya vale?
- (Por fin, situándose) A ver, tendrá un informe o algo, ¿no?
- Pues sí..., espere... (Empecé a rebuscar) Es que lo metí lo primero y...
- (Con expresión perdonavidas) Bueeeno, es igual. Dígame cómo se llama.

Le di mi nombre y apellidos y comenzó a teclear ávidamente. Mientras lo hacía, estuve a punto de preguntarle cuánto solían durar allí los teclados de los ordenadores, pero por temor a distraerlo contuve la pregunta. Por fin, la impresora escupió mi certificado y me despedí con un complaciente “muchas gracias”, mientras me preguntaba para qué gaitas necesitaría él mi informe. Los hay con ganas de complicar las cosas. Me recordó a una ocasión similar, en que fui a pedir otro certificado.

- Buenos días, necesitaría un certificado de...
- (Negando con la cabeza) ¡Tiene que venir ella!
- Sí, claro, “ella” soy yo, que no me ha dejado ni decírselo, caramba.
- Ah, bien. ¿Nombre?

Son estas pequeñas cosas las que, después, hacen agradable la velada familiar durante la cena.
Mañana más.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Espero que sea pronto

Estimados y muy queridos amigos bloggers:

Motivos personales y totalmente ajenos a mi voluntad me impedirán en unos diez días acceder a la red.

Menos mal que he podido avisar, ya estaba preocupada porque no iba a poder ni decir hasta luego. Lo bueno de todo es que a la vuelta de este paréntesis sí que tendré un montón de historias que contar, aunque quisiera no tener que pasar por él.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Asesores de nombres

Oigo en la radio:
"Mirar el calendario para poner a un hijo el nombre del santo del día está ya desfasado..."
Eso ya lo sabíamos desde hace mucho. Algunos incluso lo agradecemos infinitamente.
"...Ahora lo que se busca es un nombre poco usado, pero que no sea raro. Para ello, en USA ya se recurre a un asesor de nombres". O sea:

Fulano de Tal
Asesor de Nombres

Toma ya. Si es que el que no se pone una placa en la puerta de casa es porque no quiere.