"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 30 de julio de 2009

Cuánta falta de leña

Sansón


Lo de la leña lo solía decir mi padre como comentario cuando veía las noticias en la tele. Creo recordar que veía cada día tres telediarios. Todos decían las mismas noticias, pero quería oír las distintas versiones, decía.
Sin embargo, en casos como el de Burgos, la conclusión era la misma: cuánta falta de leña, pero empezando por las autoridades. Porque eso sí, ahora habremos de soportar las condenas de unos y de otros, las caras largas, el "qué buenos somos nosotros, si os fijáis", "luego decís que llevamos al país a la ruina y éstos son peores", etc. Como si la solución fuese a venir sólo por el rechazo social, que a los terroristas les importa un bledo. Mientras no se les persiga en condiciones, no hacemos nada.
Mis condolencias y oraciones para los afectados. Gracias a Dios, nadie ha desaparecido del mapa, aunque el susto ha sido morrocotudo y las pérdidas materiales también.

* Esto está escrito el jueves por la mañana, antes del atentado de Palmanova. Parece ser que había que "rematar la faena", para lo cual no necesitaron estudiar mucho tiempo los movimientos de los guardias civiles. Ya se ve que les tienen en el punto de mira continuamente, incluso cuando parece que se están quietecitos. Ahora, yo en el lugar de los familiares, no dejaba entrar al funeral ni a medio político.

jueves, 16 de julio de 2009

Confusión telefónica


Siempre apago el teléfono por las noches. Hay quien no lo hace, pero paso de que algún deslavado se equivoque de número y me despierte a las 3 de la mañana. Hoy, al encenderlo de nuevo cuando salía de casa, ha entrado un mensaje. Dice que la llame, que no la importa que esté casado, que la llame al otro teléfono.

No sabía si contestar suplantando la personalidad del playboy o acosado y mandarla a freír churros y que luego discutieran entre ellos, o aclararle la situación y que se pusiera colorada. Aunque esto último lo dudo, porque para liarse con alguien casado hace falta haber perdido la dignidad y algo más.

En fin, la mía era una duda complicada para el poco tiempo que quedaba para la llegada del bus. Así que le contesté que se había equivocado y que no fuera fresca, que mirara a ver si al otro sí le importaba. Mientras, Alfonso, mi ángel de la guarda, se había adelantado a la parada para retrasar la llegada del bus un par de minutos. Cuando llegué yo, hablamos del asunto. El día aún no tenía más acontecimientos que comentar.

- Creo que tenía que habérselo dicho claro: "mira, hija, eres una z..."
- No, yo creo que lo que has puesto está bien. Pero, ¿no has olvidado algo?
- Ah, sí.
- Estas cosas nunca son por casualidad, ¿sabes? ¿Y si el que vas a rezar tú ahora es el único Avemaría que se lleva la del mensaje?

No me quedó más remedio que rezar alguno más.

viernes, 3 de julio de 2009

Órdago


Había mirado el reloj con mucha frecuencia. No quería sobrepasar el tiempo de estacionamiento, que cumplía a las 5,30. A esa hora salí de la estancia. El edificio era grande y alguien me entretuvo un instante en el pasillo. La espera del ascensor me llevó unos dos minutos. Serían las 5,37 cuando alcancé la calle y me dirigí al coche estacionado cerca. El vigilante, alias "el gusano" (los llaman así porque hay uno en cada manzana), venía en sentido contrario al mío. "No vendrás de ponerme una receta", temí. Sólo son 5 minutos largos de retraso. Al llegar a la altura del coche, mis temores se vieron confirmados. Como en mi cabeza no cabían todos los improperios que se me ocurrían, algunos salieron fuera para dejar espacio a sus compañeros.
Miré alrededor y el gusano había huído vilmente. Cuando le di alcance habían pasado más minutos.

- A ver, ¿cómo se anula esto? - espeté secamente, con el papel acusador en la mano.- ¡Maldita sea, tío, son 10 MI-NU-TOS! ¡Podías haber tenido un poco de cintura, ¿no?!
- No, no, son veinte minutos, no diez.
- ¡Son diez! ¡Lo puse hasta las 5,30!
- No, está puesto hasta las 5,20. Pero si quieres, vamos a verlo. No hay nada más fácil.
- ¡Pues vamos a verlo!

Sabía que tenía perdida la partida. Era más que probable que me hubiera confundido yo. Al fin y al cabo, era un chaval joven, sin vista cansada, sin nada que hacer aparte de ver tiquets uno detrás de otro toda la tarde. Pero no me podía creer que me hubiera confundido en una cosa tan absurda. Y lo que es más importante: acababan de echarme un revido ("si quieres vamos a verlo") y no podía sino responder con órdago ("pues vamos a verlo").

Es fácil imaginar el final de la historia. El chico hacía su trabajo. Seguramente tendrá que enfrentarse a veces con tipos cuyo coche más valdría no haber visto en la vida.

Y yo me fijaré con más atención en la hora de los tiquets.