"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

martes, 7 de diciembre de 2010

Hojas secas


Las hojas secas que alfombran los bosques y parques en otoño producen sensación de caducidad, pero también de misión cumplida. Apuntan prometedoras en los días lejanos de la primavera, constituyeron la vida del árbol para que pudiera ofrecer sus flores y sus frutos, y, terminando su cometido, cayeron mansamente para posibilitar un nuevo ciclo.

Caen sin hacer ruido, como si no hubieran tenido importancia. Han sostenido la vida, han posibilitado el fruto, han ofrecido el refrigerio de su sombra en los días calurosos, han adornado la campiña y embellecido el paisaje. Y lo han hecho todo sin pretender darse cuenta de que tenían importancia, de que, sin su función, algo esencial faltaría en la Naturaleza, algo sin lo cual no sería posible continuar.

Las hojas secas son símbolo de cada criatura que aparece en el universo. Todas son un amanecer prometedor, con una vida de servicio para que la vida pueda continuar, con un declive suave para dar paso, sin pretender alegar méritos de reconocimiento o permanencia por su valía. El hombre es también así: promesa como los tallos tiernos, energía que posibilita el fruto, declive sereno cuando ya su misión se ha realizado. Pero ahí termina el símil, porque el hombre es algo más.

Esto me lo encontré escrito por alguien hace años en algún sitio. Ahora en otoño, con las hojas por el suelo y con alguna otra circunstancia más, me he acordado de ello.