"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

miércoles, 14 de enero de 2015

Erase una vez...


... una portera que solía insultar a los vecinos del 5º. Sus palabras no eran sólo indignantes, sino a veces también mordaces, de humor irónico fino y al mismo tiempo rabioso. En conversación con el resto del vecindario, aprovechaba a sacar sus presuntos trapos sucios, algunos sin prueba tangible alguna. Doña Pura, que así se llamaba la portera en cuestión, no se conformaba e iba más allá: fotocopió unos panfletillos en los que satirizó las costumbres de dichos vecinos, incluso cobró por venderlos; después de todo, las fotocopias le habían costado sus céntimos. Los panfletos comenzaron a circular por la ciudad, provocando hilaridad en unos y curiosidad en otros. El negocio no iba mal, de modo que doña Pura publicó una segunda edición, con nuevas caricarutas y chismes insultantes de los vecinos del 5º. Y luego una tercera, y una cuarta. Eran divertidísimos. Las difamaciones se extendían por la ciudad: se hablaba ya del origen nada claro de la familia, de salidas de casa de la madre, de noche y a escondidas para encontrarse con vaya usted a saber quién. Apareció una quinta edición de fotocopias, y una sexta...
Un día, a primera hora de la mañana, la portería de doña Pura apareció destruida por el fuego. Su cuerpo carbonizado fue localizado en un rincón.
¿"Crimen vengativo y desproporcionado"? No: la noticia se difundió en todos los medios como un ataque a la libertad de expresión. Al fin y al cabo, ¿no es informar una de las funciones de las porteras?