... una portera que solía insultar a los vecinos del 5º. Sus palabras no eran sólo indignantes, sino a veces también mordaces, de humor irónico fino y al mismo tiempo rabioso. En conversación con el resto del vecindario, aprovechaba a sacar sus presuntos trapos sucios, algunos sin prueba tangible alguna. Doña Pura, que así se llamaba la portera en cuestión, no se conformaba e iba más allá: fotocopió unos panfletillos en los que satirizó las costumbres de dichos vecinos, incluso cobró por venderlos; después de todo, las fotocopias le habían costado sus céntimos. Los panfletos comenzaron a circular por la ciudad, provocando hilaridad en unos y curiosidad en otros. El negocio no iba mal, de modo que doña Pura publicó una segunda edición, con nuevas caricarutas y chismes insultantes de los vecinos del 5º. Y luego una tercera, y una cuarta. Eran divertidísimos. Las difamaciones se extendían por la ciudad: se hablaba ya del origen nada claro de la familia, de salidas de casa de la madre, de noche y a escondidas para encontrarse con vaya usted a saber quién. Apareció una quinta edición de fotocopias, y una sexta...
Un día, a primera hora de la mañana, la portería de doña Pura apareció destruida por el fuego. Su cuerpo carbonizado fue localizado en un rincón.
¿"Crimen vengativo y desproporcionado"? No: la noticia se difundió en todos los medios como un ataque a la libertad de expresión. Al fin y al cabo, ¿no es informar una de las funciones de las porteras?
Un día, a primera hora de la mañana, la portería de doña Pura apareció destruida por el fuego. Su cuerpo carbonizado fue localizado en un rincón.
¿"Crimen vengativo y desproporcionado"? No: la noticia se difundió en todos los medios como un ataque a la libertad de expresión. Al fin y al cabo, ¿no es informar una de las funciones de las porteras?