
Tras un par de semanas por la Castilla profunda, porque no creáis que me fui al Congo, veo con cierta angustia que las obras urbanas y las excavadoras siguen donde las dejé. No me han trabajado nada en mi ausencia. No debí perderles de vista, pero necesitaba ese paréntesis. La gran masa aún no ha llegado de sus vacaciones (probablemente en el pueblo, también de la Castilla profunda), así que aún tengo el privilegio de dejar el coche prácticamente a la puerta del trabajo. Si subimos al autobús, no hemos de hacer operaciones de espeleología entre cuerpos y mochilas hasta alcanzar ese trozo de barra que aún queda libre. Son pequeños detalles que hacen más liviana la vuelta de vacaciones. A partir del 1 de septiembre la cosa será otro cantar. Pero que venga. Estaremos preparados.