Llaman a recepción desde una de las habitaciones:
- Que no nos funciona la tele.
- Bueno, es que tarda unos segundos desde que se pulsa el mando hasta que sale la imagen. ¿No habréis pulsado antes de tiempo dos veces y se ha bloqueado?
- No. No se enciende ni el testigo.
- Hay un interruptor manual detrás. A lo mejor está apagado.
- No, ya hemos probado y nada.
Me da palo que pasen estas cosas cuando no hay NADIE más para hacerse cargo del asunto, de forma que tengo que subir personalmente y dejar el teléfono y demás desatendido.
- Bien, voy a subir a ver qué pasa.
- De acuerdo.
Efectivamente, el interruptor manual no daba señales de vida, así que hice lo que suelo hacer en esos casos con mi ordenador: apretar los cables. El testigo se encendió.
Pero lo que también se encendió fue el rostro del chico.
- Bueno, a lo mejor es que se afloja de vez en cuando - dije al marcharme -. Si vuelve a suceder, ya sabes, ajustas un poco...
- Sí, sí, sí, sí, ya.
A cualquiera le puede dar vergüenza molestar por algo tan tonto como esto. Pero que le pase encima delante de su chica, es algo que no tiene nombre.