El título y el subtítulo son tan simples como certeros. Sencilla es también su redacción. En la introducción, el mismo autor reconoce que escribe por sugerencia insistente de varias personas, y porque piensa que puede hacer un bien con ello, aunque él no sea escritor.
Goyarrola nos cuenta su vivencia en un país totalmente distinto al suyo y con el añadido de ser sacerdote católico. El tono positivo con que narra su experiencia puede llevarnos al engaño de que todo ha sido muy fácil, que su trabajo evangelizador ha avanzado por un camino siempre llano, sin obstáculo alguno y que nada le ha salido nunca mal.
La realidad es una absoluta confianza en Dios, que fundamenta en saber que es su Padre y Él lo arreglará todo. Así de sencillo y así de complicado. Un amor a Dios que no duda en expresar en público con un «Jesús, te quiero mucho», dentro de la impactante historia con la que arranca el libro.