"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

viernes, 30 de marzo de 2007

Sano orgullo

Podría empezar a relatar la vida de hombres, mujeres y también niños, cuyas vidas han dejado un ejemplo a todos los que hemos llegado detrás. Muchas de estas PERSONAS (en adelante usaré repetidamente esta palabra, ya explicaré por qué) han dado su vida para salvar la de otros. Otros la dieron de otra forma, desgastándola día a día, con total olvido de sí mismos, con una renuncia heroica y silenciosa, hasta caer muertos al no poder dar más. PERSONAS que se ofrecieron a morir por otros (San Maximiliano Kolbe), madres que perdieron su vida porque sus hijos vinieran al mundo (Gianna Beretta Molla), religiosas dedicadas a lo que nadie haría ni por un millón de dólares (Teresa de Calcuta), maestros empeñados hasta el cuello en formar a aquellos por los que nadie daba un duro (San Juan Bosco), etc, etc, etc.
Sabemos que la lista de estos grandes famosos podría seguir alargándose con todas aquellas PERSONAS que cada día dan lo mejor de sí mismas en un trabajo cotidiano y callado, en su vida en familia, cediendo gustos, invirtiendo tiempo y dinero, desviviéndose por hijos, esposo, esposa, padres, amigos y a veces incluso desconocidos. La lista de PERSONAS sería interminable.
Por eso no puedo evitar un terrible disgusto y una perplejidad cuando leo a un reconocido escritor, miembro de la RAE, decir que "La muerte de ciertos seres humanos me tiene sin cuidado; pero la de un perro no me deja indiferente" o que "esos animales son mejores que las personas, [...] cuando uno de nosotros desaparece del mapa, el mundo no pierde gran cosa". No sé si debería poner el nombre del autor, por haber citado sus palabras, pero creo que le hago un favor ocultándolo.
Esta semana que viene, como cada año, volveremos a recordar que, a pesar de todo, cada uno de nosotros merece la pena.