"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 8 de enero de 2009

Hay que ver cómo somos

Todo empezó cuando esta mañana me disponía a estrenar un pantalón. Obviamente, siempre quito las etiquetas antes de ponerme la ropa que estreno, pero esta vez decidí ver primero cómo me había quedado el arreglo de los bajos que había mandado hacer.

Bien, parece que ni arrastra ni queda corto. En su punto. A otra cosa. mariposa.

Con la mente todavía bajo los efectos de la anestesia nocturna, que la ducha no había conseguido despejar, fui a tomar el desayuno. Hale, hale, que no nos sobra el tiempo. ¿Tengo todo en el bolso? No, las llaves, el teléfono, ahora sí. ¿Abrigo o parka? Hace frío, pero si a la chaqueta gorda le pongo encima el abrigo, no podré doblar los brazos, como la última vez. Paso. Me coloco la parka y al frío que lo zurzan.

Ah, pues sí que hace rasca, sí. Jope, mis oídos. Casi que me cojo el bus.

En la parada del bus se unieron cinco o seis personas más. Subimos. A ver, una barra... Aquí. [Lapso de 2 minutos] Ay. La etiqueta. Que no la he quitado, tú. ¿Se verá? Mi mano investiga disimuladamente, sin encontrar huellas. Pero eso no quiere decir que no esté ahí. Mejor me vuelvo de este lado, que así queda más oculta. No creo que la hayan visto, porque va bastante gente en el bus y no es fácil fijarse en detalles. Pero la gente que va sentada no tiene otra cosa que hacer. No sé, no sé. Si me hubiera puesto el abrigo me habría cubierto más y ahora estaría a salvo. Pero ahora no vale lamentarse, a lo mejor ya la han visto. Bueno, ¿y qué? Todo el mundo ha estrenado algo y no es raro olvidarse una etiqueta. Sí, pero resulta gracioso. Bueno, es igual, los que lo hayan visto, a la hora de comer ya no se acordarán. ¿Y si me vuelvo de este otro lado? ¿Falta mucho? ¿Dónde llegamos? ¿Me bajo antes? No, que hace un frío que pela. ¡Una parada y ya! ¡Ya! ¡Ya! En la calle, por fin. Menos mal que el hotel está en frente. Ya estoy dentro. Corriendo al cuarto privado. Maldita sea, alguien baja. ¡Nunca baja nadie a estas horas! Asomo la nariz:

- Buenos días, ahora bajo a desayunar, luego recojo y desocupo habitación, ¿vale?
- Buenos días, sí, vale, vale, gracias.

Otra vez sola. A mí las tijeras. La etiqueta, ¿dónde está? Detrás del todo, no podían ponerla más a desamano, no.

Clac. Ya. No hay más que una, ¿verdad? No. Bien.

Entonces, ¿todo esto por una etiqueta?

¿Etiqueta? Oh, no. Por mi dignidad.