Le preguntaron y ella respondió. Pregunta hecha con mala leche, porque, ¿a qué venía, vamos a ver? Y una respuesta arriesgada la suya, sin duda. Muchos habrían preferido que se avergonzase de sí misma y decidiera mentir para guardar las formas, lo cual la habría convertido en una autovíctima más de la tiranía homosexual. O también habrían celebrado con ambición que una triunfadora más les diera la razón como a los locos y borrachos. Pero no.
¡Valiente! No todo el mundo se atrevería. Se merece una corona. Pero no una corona de miss. A ella le viene pequeña.
¡Tooorera! ¡Tooorera!