Todos hemos pensado lo mismo ante la muerte de Alberto, un seminarista vallisoletano de 16 años: pocos son, y encima se nos van. Después de dos años de enfermedad llevada con mucha entereza, Alberto se ha ido al Cielo, desde donde cuidará de sus compañeros, mejor incluso de lo que lo ha hecho hasta ahora. Él no quería ser tratado de manera distinta. Pese al dolor que le producían sus articulaciones, practicaba los deportes con sus amigos mientras pudo hacerlo. Cuando su enfermedad ya no le permitía seguir el mismo horario que los demás y había de permanecer en casa de sus padres, si algún día se encontraba mejor, enseguida pedía a su madre que le llevara al seminario.
Por lo general, es pronto para su edad asegurar si un chaval va a acabar ordenándose, pero por lo visto Alberto quería ser sacerdote.
En fin, como dijo su madre en el funeral, hoy no es un día para estar tristes. Es un día de alegría, porque Alberto ya está en el Cielo y va a cuidar de todos nosotros.
Toma ya.