- Me toca pagarme el tratamiento.- dijo el joven paciente a la enfermera que se lo inyectaba.
- ¿No te lo han subvencionado?
- No. Ahora estoy de pensionista con mis padres, pero cuando empiece a trabajar, tendré que pagármelo y se me va el sueldo. Imagínate: mil euros estos dos frasquitos que me estás poniendo, más otros cuatrocientos de las pastillas que estoy tomando. Así cada mes. ¿Qué hago? Tendré que trabajar sin darme de alta.
- No, eso no puedes hacerlo, tampoco te compensa. Ten en cuenta que...
- Sí, ya lo sé. Pero es que es muchísimo dinero.
- Es una pasada.- reconocía la enfermera.
- Pero es que alguna vez tendré que trabajar. Y entonces, todos los meses mil cuatrocientos euros para mantenerme en pie...
La supervisora, que pasaba por allí y acertó a oír el problema, intervino:
- Es que eso de que no os subvencionen los tratamientos que necesitáis, me parece de-men-cial. Y encima, luego se gastan el dinero en chorradas.
Y yo, que no tenía más remedio que permanecer al lado durante la conversación, reconozco que me agobiaba por momentos. Verdaderamente, era una situación grotesca.
Al próximo que le oiga hablar de "cambio de sexo gratuito", lo plancho.
Nota: Que conste, para los profanos en estas lides, que el chico no exageraba dando cifras. Podría certificarlo.