"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

domingo, 27 de enero de 2008

Mira tú por dónde

Aunque normalmente la espera del médico resulta más aburrida que llevarse un cerdo al cine, en ocasiones también pueden suceder cosas de lo más variopintas. Depende del público con el que toque compartir la situación.

- ¿Qué tal en el médico? -pregunté.

Mi madre pulsó "play" y comenzó: que cuando llegó, aquello parecía Málaga en verano, porque resulta que había habido una urgencia muy grave, estuvieron con el pobre hombre cerca de una hora, pero no se sabe, porque cuando llegó ya estaban con él, así que vete tú a saber el tiempo que llevaban ya; entonces claro, se había formado una acumulación de gente por el retraso que no veas, todo el mundo preguntando por la hora, casi no había sitio para sentarse, me puse en la única silla que había allá al final del todo, al lado de dos viejas que voceaban un montón para hablar, etc, etc, etc.

- Ha sido muy entretenido, entonces.
- Sí, bastante. Pero lo que me ha dejado perpleja ha sido la conversación que tenían las dos viejas. Empezaron hablando sobre dónde vivía cada una. Hasta ahí bien. Pero en un momento dado, oí que una de ellas decía "porque claro, nuestra religión es así", "Sí, claro, nuestra religión es así -contestaba la otra-, de casa en casa, como hacía Jesucristo, que iba predicando de casa en casa"(????????). "Yo me crié en la Iglesia católica", "Sí, claro, yo también, en la católica", "Lo que pasa es que me cambié a ésta, pues porque...", "Sí, porque te convino", "Claro, sí, me convino"...
- ¿Cómo que le "convino"? -interrumpí -Uno adopta otra religión porque le convence, no porque le conviene, como quien deja una empresa para irse a otra porque le conviene más por horario, por dinero, por medrar profesionalmente...
- Claro, pues eso fue lo que me extrañó. Que dijo "me convino".
- ¿Pero estás segura?
- Hablaban a voces y las tenía al ladito. En cuanto pude me cambié de sitio porque me estaban levantando dolor de cabeza.
- No sé...

¿Por qué diría "me convino"? Tal vez confundió los conceptos. No tendría nada de extraño en alguien que va por ahí sin ningún complejo diciendo que Jesucristo predicaba de casa en casa.

martes, 22 de enero de 2008

¿Para qué sirven 7 segundos?

Pues pa marcar un gol en Primera.
Digo.
Y véase:



Dicen que es el más rápido de la historia de la liga. Y yo sin verlo hasta hoy.

jueves, 17 de enero de 2008

Uno por otro

Terrible, eso de que desaparezca un familiar. Nunca me ha pasado, y espero que no me suceda. Trato de ponerme en situación, y si hubiera transcurrido mucho tiempo y no apareciese, creo que descansaría si se le encontrara aunque fuese muerto. Al menos ya sabría dónde está. Pero la angustia de no saber qué le sucede, cómo lo estará pasando, cómo se las estará viendo, sólo es comparable en lo físico a tener la tráquea obstruida y no poder respirar.

En lo que respecta a la niña desaparecida en Huelva, el público ya baraja conjeturas sobre la suerte que puede haber corrido. A ello se entregaban hoy varias clientas junto con la panadera:

- Hija, pobrecita. ¿Y qué pueden haber hecho con ella?
- Anda, pues ya sabes, lo de siempre. Tráfico de órganos.
- ¡Pues, hijo, que está bonito! ¡Matar un niño para sanar a otro!

Cierto. Qué absurdo, ¿verdad? Matar a un niño para sanar a la madre...

¿O cómo fue lo que dijo la señora?



jueves, 10 de enero de 2008

¡Ya vienen, ya vienen!


No es que esté esperando con ansiedad su llegada, precisamente, sino más bien con terror. Eso de ir por la calle oyendo cada dos por tres el rugido de grupos de moteros, empeñados en que los veamos pasar, me agobia un poco.
A ver si pasa pronto el finde.

lunes, 7 de enero de 2008

Tal día como hoy, hace 5 años

Comíamos en casa, mientras mi madre acompañaba en el hospital a mi padre, que seguía grave desde hacía diez días. Una llamada de teléfono de mi tío nos alertó.
- Dice el tío que a papá le ha dado otro “ataque”. Que vayamos.
- ¿Que vayamos?
Mal rollo. Cuando te dicen que vayas a ver a alguien, independientemente de lo que estés haciendo, es que la cosa está muy, pero que muy mal.
El trayecto al hospital, eterno. La espera del ascensor hasta la décima planta, interminable. Mientras, yo me preguntaba cómo encontraría a mi padre. Cuando lo llevamos de urgencias, apenas podía mirarle. Fue cuando supe lo “canguis” que soy.
¿Estaría igual ahora, en medio de otro ataque? Dios mío.
Cuando llegamos a la habitación, sin embargo, su aspecto era mejor, su rostro estaba sereno, pero inmóvil, como la última vez que lo vi en casa.
- ¿Qué, no reacciona?- pregunté tímidamente.
Mi madre y mi tío se miraron, hasta que ella respondió:
- ¿Qué va a reaccionar, hija, si está muerto?
- Ah...
Si ahora le dijera que fue así como me notificó la muerte de mi padre, seguramente diría que no, que cómo va a decir ella eso. Pero en fin, cosas del momento.
Mientras le miraba, intentando almacenar en mi memoria la cantidad máxima de fotogramas de su rostro, antes de perderle de vista para siempre, pensaba en lo que nos había dicho hacía varios años antes:
- Yo rezo todas las noches a San José para que nos conceda una buena muerte.
Creo que surtió efecto. Es más, estoy segura de ello. Estoy contenta de que fuera así, en el hospital, con todos los medios posibles, con el médico a mano, con mi madre junto a él. Y con el “pasaporte” en regla, que es lo más importante, “sellado” justo el día anterior.
¿Qué más se puede pedir?

miércoles, 2 de enero de 2008

Torturas en estado democrático

No me digáis que no fue una tortura. Al son de las campanadas de año nuevo, a varios grados bajo cero, Anne Igartiburu tenía que lucir un modelo tan escaso como si de niña pobre de cuento se tratara. En mi familia surgió el debate. "Están en una cabina, con calefacción, ¿cómo van a estar fuera?" "Pues estando; si les sale vaho por la boca, ¿no ves?" Etc.
Ya había sucedido otros años: Ana Obregón no disimulaba el lógico estremecimiento que provoca la rasca a esas horas con un vestido hecho para galas interiores. Evidentemente, Ana y Anne, o Anne y Ana tienen estilos distintos. La Obregón bromea, se estremece y, valga la redundancia, se queda tan fresca. A Igartiburu, su decoro y gran profesionalidad frente a la cámara (hay que reconocerlo), le impiden mostrar ni por asomo un átomo de frío que le haría perder la compostura ante el público. Ahí permanecía, estoicamente, firme y estirada, casi diría que desafiante, y sin perder su sonrisa de oreja a oreja, con total dominio de su cuerpo. Ni un ápice de tiritona, es que ni piel de gallina. Mientras tanto, Antonio Garrido, a su lado y enfundado en smoking, se frotaba las manos con ansiedad.
En fin, no sé de quién depende lo del vestuario de los presentadores. Pero me da que, visto lo visto, quienes deciden no son los que van a padecer las consecuencias. Desconozco si Anne tenía posibilidad de protestar ante semejante despropósito, o se vio obligada a desvestir así por imperativo laboral.
De cualquier modo, ríase usted de las condiciones de las cárceles siberianas. Hoy me raspa la garganta al tragar y seguro que es por haberla visto a ella.