"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

miércoles, 14 de julio de 2010

Hablar con propiedad


Para algunos, (no tantos, no nos engañemos) la boda se llama "comprarse un piso".

- Está decidido: fuimos a ver un piso, nos lo hemos pensado y vamos a comprarlo.

La compra del nidito se convierte así en el compromiso formal de amor. Es la decisión final del noviazgo. Algo que rubrica la gran decisión, como si con eso no hubiera vuelta atrás. Dicen que van en serio, que es para siempre y todo eso. Y puede que lo digan en serio, porque hacerse del todo con un piso es cosa de años.

Pero ahora viene, entre otras cosas, la dificultad para referirse al otro cuando hablas con alguien.

- Porque Pablo...

- ¿Quién es Pablo?

- Mi novio.

No. Pongamos las cosas claras. Según el diccionario de la RAE, un novio es un tipo con el que salgo (más o menos). En cuanto me voy a vivir con él, deja de ser mi novio. Si ha habido boda, será mi marido. Y si no la ha habido, será mi concubino*. Pero ha dejado de ser novio. Lo digo porque no deja de ser curioso lo poco que se usa esta palabra, "concubinato", sobre todo por los que lo practican. Cuando encuentro esa resistencia en alguien, me hace pensar que, en el fondo, no se ha librado del todo de su conciencia.

Lo divertido será cuando cumplan 70 años y sigan hablando de novio y novia. Una lástima que no lo vayamos a ver. Sobre todo porque para soportar 50 años las manías, el mal humor, la sordera, el pis que se va (con perdón, pero a determinadas edades ya se sabe), las gracias sin gracia, las ausencias sin explicación, el desorden del armario, las dificultades económicas, la enfermedad, la disparidad de opinión, etc, de alguien, ese alguien es marido o esposa. En la próxima entrada, un ejemplo vivo sobre esto último.

* Este término hasta ahora existía sólo en femenino, pero está prevista su aparición en la próxima edición del Diccionario.