No ha hecho más que retomarse el curso escolar tras las vacaciones navideñas, y de nuevo la calle vuelve a llenarse de tráfico y viandantes a las ocho de la mañana. Ello no hace sino confirmar mi teoría de que al menos un tercio de la población trabaja en la enseñanza (profesores, conserjes, etc), otro tercio (los alumnos) sufre al primero y otro insignificante tercio nos ocupamos del resto de labores necesarias para ver si levantamos esto "entre tu primo y yo".
El caso es que entramos en ese trimestre que, a falta de días festivos que lo alegren un poco, se hace fragoso y duro de pelar. Es como si entráramos en el desierto. Atravesar el desierto siempre me ha dado idea de calor, sed, agotamiento, sequedad, mal humor, ahogamiento... Por eso me hizo gracia la ocurrencia de una amiga mía en un juego que no me acuerdo de qué iba, pero en el que había que darle al coco y ser imaginativo. Le tocaba describir precisamente cómo se imaginaba ella atravesando un desierto.
El caso es que entramos en ese trimestre que, a falta de días festivos que lo alegren un poco, se hace fragoso y duro de pelar. Es como si entráramos en el desierto. Atravesar el desierto siempre me ha dado idea de calor, sed, agotamiento, sequedad, mal humor, ahogamiento... Por eso me hizo gracia la ocurrencia de una amiga mía en un juego que no me acuerdo de qué iba, pero en el que había que darle al coco y ser imaginativo. Le tocaba describir precisamente cómo se imaginaba ella atravesando un desierto.
- Pues yo me imagino montada sobre un camello, con otro detrás llevando las provisiones, vestida con una túnica de esas que dicen que no dan frío ni calor, y con un toldo sujeto a los aparejos del camello, para darme sombra. Así, en plan "reina de las arenas".
En fin, la vida es bella.