Manolo es como éste, pero sin el cascabel.
Entraba yo en misa con Manolo colgando de la llave del coche, como de costumbre. A la puerta de la iglesia, varias personas piden "una ayuda", entre ellos un chaval de unos ocho años. Más no. Es la primera vez que le veo, pero el tío tiene desparpajo. Los adultos suelen hablar bajito, casi no se les entiende, pero él habla cara a cara, te mira a los ojos y hace su pedido. Sin embargo, al llegar yo, aunque suelta el mismo repertorio que a todos los demás, no consigue mirarme. Algo acapara su atención. ¿Mi indumentaria? ¿Llevaré una mancha, un descosido o algo que vaya cantando la Traviata? La situación pasa tan rápidamente que no llego a una conclusión.
Al sentarme en el banco e ir a guardar la llave en el bolso, caigo en la cuenta: Manolo, ¿así que eras tú?
Su madre o lo que sea le habrá puesto a ejercer un oficio de adulto y por lo que veo no lo hace mal, pero es un chaval. El pobre se distrae a la vista de un llavero-gorila.