"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 20 de enero de 2011

Por qué a la Iglesia


Sé que algún punto del artículo que enlazo será motivo de escándalo para ciertos lectores eventuales, pero francamente, me da igual. El doctor José Manuel López, oncólogo del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander (Cantabria) y ateo declarado, nos explica sus tres poderosas razones para marcar la famosa X en la declaración de la renta a favor de la Iglesia Católica.

lunes, 17 de enero de 2011

A vueltas con la pasma (o sobre la Ley de Igualdad de Trato)


Esperaba poder cruzar mi calle en cuanto aquella desvencijada "gergoneta" terminara de pasar. Finalmente, antes de perderla de vista, oí que un policía municipal advertía a sus tres ocupantes en tono paternalista y melosillo:

- Poneos el cinturón...

La "gergoneta" continuó su trayecto. Yo dudo bastante que hicieran caso, malpensada de mí.

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Martes, 7 de la tarde. Tráfico densísimo. Consigo aparcar en un carga y descarga sólo activo hasta las 18 horas. Como queda tiempo para entrar a trabajar, me quedo un rato dentro del coche escuchando música en el mp4. No soporto la radio. A los pocos minutos escucho el toque de un coche que se ha colocado paralelo al mío. Es la policía municipal, que me indica que me largue de ahí. Me quito los cacharros de los oídos, salgo del coche y con aire inocente le contesto que estoy bien situada. Me vuelve a indicar con el brazo que fuera de ahí. Yo repito que el carga y descarga está fuera de horario. Se baja del coche el otro policía y me dice, señalando el disco de prohibición, que estoy en un carga y descarga (cosa que yo ya sabía) y que salga de ahí. Continúo con aire inocente, señalando yo también el disco, y diciendo por enésima vez que sí, pero que está fuera de horario. Finalmente, el policía consigue entender el idioma español en que le estoy hablando, consulta su reloj, me da la razón y se vuelve a subir al coche. Yo hago lo mismo en el mío.

No sé, estoy pensando en hacerme con una de esas "gergonetas".

viernes, 14 de enero de 2011

Segundo trimestre


No ha hecho más que retomarse el curso escolar tras las vacaciones navideñas, y de nuevo la calle vuelve a llenarse de tráfico y viandantes a las ocho de la mañana. Ello no hace sino confirmar mi teoría de que al menos un tercio de la población trabaja en la enseñanza (profesores, conserjes, etc), otro tercio (los alumnos) sufre al primero y otro insignificante tercio nos ocupamos del resto de labores necesarias para ver si levantamos esto "entre tu primo y yo".

El caso es que entramos en ese trimestre que, a falta de días festivos que lo alegren un poco, se hace fragoso y duro de pelar. Es como si entráramos en el desierto. Atravesar el desierto siempre me ha dado idea de calor, sed, agotamiento, sequedad, mal humor, ahogamiento... Por eso me hizo gracia la ocurrencia de una amiga mía en un juego que no me acuerdo de qué iba, pero en el que había que darle al coco y ser imaginativo. Le tocaba describir precisamente cómo se imaginaba ella atravesando un desierto.

- Pues yo me imagino montada sobre un camello, con otro detrás llevando las provisiones, vestida con una túnica de esas que dicen que no dan frío ni calor, y con un toldo sujeto a los aparejos del camello, para darme sombra. Así, en plan "reina de las arenas".

En fin, la vida es bella.

miércoles, 5 de enero de 2011

Noche de Reyes


Nunca oí nada ni vi nada. Me pregunto cómo lo harían. Aún ahora, a la vuelta de treinta años, me sigo sorprendiendo. Era la noche de más misterio con final siempre feliz y con una única condición de lo más inflexible: había que permanecer en la cama quietos y a ser posible, dormidos. Pero, ¿quién dormía con tanta emoción en el alma? La presencia de los Reyes Magos se notaba de algún modo en al ambiente. Me asomaba a la ventana poco antes de acostarme y el silencio y la quietud de la calle sobrecogía. Estaban por ahí, no había duda.

Hubo una noche, la recuerdo todavía, en la que puedo asegurar que no pegué ojo por mucho que lo intenté. Yo quería, pero no había forma. No puedo entender cómo en una casa de sesenta metros cuadrados, en la que cualquier sonido era cazado por el más sordo de los oídos, cómo es posible, digo, que no oyera ABSOLUTAMENTE NADA. Tanto fue así, que al levantarme por la mañana tenía la duda de si los Reyes habrían podido entrar. ¿Quizá a última hora habían decidido no venir? ¿Se habrían olvidado de nosotros? ¡Ay...! No comprendo cómo lo hicieron, pero allí estaban los regalos. ¡Qué maravilla! ¡Qué profesionalidad la de estos hombres!

Desde entonces, no me cabe duda de que los Reyes Magos existen. Cuando oigo amargados que hablan despectivamente del "cuento" de los Reyes Magos, pienso: "No tenéis ni idea, destripadores de ilusiones. No me extraña que a vuestras casas no hayan vuelto".

martes, 4 de enero de 2011

Clientes inolvidables: don Erre que Erre


Resultaría divertido de no ser por la escandalera que monta. Tendrá ochentaitantos años y asegura que viene a Valladolid a hablar con las autoridades castellano-leonesas; que el agua de España está envenenada y no sé cuántas cosas más; que él ha tenido no sé qué empresa con turbina y todo y que nadie le va a llevar la contraria. Todo esto dicho más bien a todo volumen. Como no está enfadado conmigo, elevo yo también el volumen suponiendo que el problema es de oído. Pero luego pienso que nos tienen que estar oyendo desde las habitaciones próximas, e intento cerrar la conversación, que a nada lleva, dando a entender que tengo trabajo.

Cuando vuelve a entrar desde la calle, me vuelvo invisible retirándome un instante al cuarto privado para beber un vaso de agua. Como me vea, me lía otra vez y no tengo tiempo. Pero la estratagema no surte efecto, y desde el pasillo y mirando hacia donde supone que estamos, habla a grito pelado de las cartas que ha mandado escribir sobre el asunto. Luego sube a su habitación, hablando a las paredes y maldiciendo a los de Valladolid, que son tan poco acogedores, que le han echado de una tienda y tal.

- Paciencia, -me dice Alfonso, mi Ángel de la Guarda-. Ya llegarás tú también, ya llegarás...
- ¿¡Y entonces qué pasará!?- sentí un escalofrío al imaginarme mayor y con esa chaveta.
- Pero bueno, ¿cuántas veces tengo que decirte que tú no preocupes? ¿De veras piensas que vas a estar sola? No seas injusta...
- Ya, pero este hombre a lo mejor también tiene a alguien, y lo que sucede es que no se le puede decir nada, porque el pobre no controla ya su carácter.
- Sí, pero por lo general, se tiene la vejez que uno se ha ganado. ¿No te acuerdas de aquello: "cada uno es responsable de su cara"? Cuando se llega a mayor, la cara que uno tiene es la que ha ido modelando toda su vida: sonriente, amable, afectuoso, o bien díscolo, malhumorado o agrio. Una cosa parecida sucede con el carácter, así que ya puedes ir practicando. No te queda mucho para la tercera edad.

Fui a tirarle el tubo de pegamento, pero me di cuenta que no serviría de nada.