A veces pasan estas cosas. Resulta que estaba tan tranquila en el hotel cuando de pronto:
- No hay internet.- dije
- ¡¿Que no hay internet?!
Alerta naranja. Que falle internet quiere decir no poder controlar las reservas on line y no acceder al correo electrónico, además de dejar sin servicio wifi a los clientes.
Me puse a buscar el fallo. No es mi obligación, pero me toca las narices un montón que los cacharros se burlen de mí. Ya había pasado en otras ocasiones y, modestamente, conseguimos encontrar el fallo antes de que viniera el técnico. Y esta vez no podía ser menos. ¿Así, de buenas a primeras, no tenemos internet? Pues no. Revolveré Roma con Santiago y encontraré el fallo. Menuda soy yo. ¿Será el router? ¿El servidor? ¿Se habrá borrado la configuración?
Pero mi turno se acababa y el fallo no aparecía. Finalmente:
- Creo que hay que llamar y que vengan a mirarlo.
Al regresar por la noche ya estaba arreglado, pero el técnico seguía allí. Pregunté si es que se había dado mal la cosa. Lo curioso es que la compeñera me respondió con naturalidad, sin un ápice de sorna, casi con inocencia:
- No, éste está aquí por otro asunto. Lo de internet era que estaba mal enchufado a la pared.
- O sea, has apretado el conector de la pared y ya, ¿no?
- Sí.
- Bien...