Tendría por ahí siete años cuando le disparé esta pregunta a mi padre sin avisar ni nada y sin venir a cuento, en plena comida familiar. Me miró, supongo que creyendo haber entendido mal:
- Las... ¿piedras?...
La cosa tenía su sentido. Esa mañana, en el cole, nuestro profe había reñido a unos chavales por haberse lanzado piedras unos a otros. Lo que en tiempos de mis abuelos se llamaba "un canteo", vamos. "Hoy tenemos canteo con los de San Pedro*", se decía, más o menos, por lo visto. El caso es que uno de los argumentos del profe me llamó la atención, porque dijo que las piedras no servían para tirárselas unos a otros. Entonces, me pregunté, ¿para qué podían servir? ¿Serían tan inútiles como para estar siempre en el suelo sin hacer nada? Durante la comida de ese día, la cuestión aún me daba vueltas en la cabeza y como no llegaba a una conclusión, decidí preguntar. Me explicó, entre otras cosas, que servían para construir.
Ahora descubro esta imagen en facebook, me acuerdo de la anécdota y comprendo lo bien que le habría venido a mi padre para poder dar una respuesta más amplia a mi afán de conocer.
Lástima de faltas de ortografía.
* Un barrio de Valladolid, se entiende.