"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 1 de noviembre de 2007

En el ascensor

Contrariamente a lo que suele decir la gente que les pasa a ellos, yo voy muy a gusto en el ascensor sin hablar con la compañía que me toque en suerte. Total, para hablar de cómo hace, "hija, qué malo se ha vuelto de repente", "no sabe una qué ponerse", o "qué calor, esto ya no es normal", "mujer, si es lo de todos los años, ¿ya no se acuerda?", y tal... Aunque también hay cierto vecino que, como entre con bolsas en el ascensor, se empeña en averiguar qué llevo en ellas. No sé qué es peor. Pero no nos desviemos; el caso es que no me supone ninguna tortura guardar silencio durante 20 segundos. Y más con mis vecinos de puerta. Pareja, no sé si de hecho o de deshecho, subían al mismo tiempo que yo con una criatura en brazos.

- Hola.
- ...ah.... (intuyo que quiere decir "hola")

A partir de aquí habla sólo ella. Él mantiene un riguroso silencio y yo prefiero no intervenir.

- ¡Cuchiiii! ¡Pero qué guapo es mi niño! Cu-cu-cu-cúuuu... ¡Mmmmuaac! ¿A ver cómo abre los ojitoooosss? ¡Huyhuyhuyhuyhuy!

Él le sopla ligeramente para apartarle un mechón que caía sobre los ojos.

-¡Quita, no hagas eso, que se constipa! Mmm....!!
(Tono mimosón) ¿A que sí? ¡Pobrecito!

La criatura apartó la cara, quizá un poco harto de tanto sobeo. Salimos del ascensor. Él va a introducir la llave en la puerta, pero no acierta a la primera.

- ¡Aaaah, que no sabe, que no saaabe! Papá no sabe abrir, díselo, "papá no sabe, papá no sabeee".

"¡Guau!", contestó por fin el interpelado. Y fue depositado sobre sus cuatro minúsculas y peludas patas, desapareciendo a trotecillo en el interior de la casa de sus "papás".

Ay, Señor.