"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

jueves, 25 de octubre de 2007

Las campanas de San Juan


Anda, que no he tardado en darme cuenta ni nada. Y es que cuando estoy obtusa, lo estoy en serio. Pues resulta que entro en un Casi Todo Cien y me encuentro colgando por las barras de los expositores disfraces varios: "sacerdote maléfico", "hombre-muerte"... Tampoco me percaté de la similitud temática entre todos. "Qué raro", pensé, "para carnaval queda la tira todavía". Y me olvidé del asunto.

Hoy paso frente a un negocio de estética cerca de mi casa, que suele tener un escaparate muy elaborado (el negocio, no mi casa), y veo un esqueleto-caricatura con una escoba de bruja y montado en moto. Me gustaría poder especificar el modelo de moto, que era especial, pero lamentablemente no entiendo del tema.

Y entonces, por fin, caí en la cuenta. Claro, es por el Halloween ése. Ni siquiera sé si está bien escrito. Bueno, pues no sé. Quien lo quiera celebrar, que lo haga. A mí, personalmente, me parece una tontada como la copa un pino, sobre todo teniendo en cuanta que en España ya tenemos nuestras tradiciones y no hacen falta las de los demás. Salvando las distancias de toda comparación, es parecido a lo del póker. Hay quien se empeña en España en jugar al póker, pero este juego no termina de cuajar aquí. ¿Por qué? Porque en España tenemos el mus, que va más o menos de lo mismo, y es mucho más divertido.

Y eso de que se intente desviar la atención de lo esencial, no tiene nada de gracia. Porque no sé exactamente cuándo se celebra Halloween, si el 1 ó el 2 de noviembre, pero me da igual: el caso es que el 1 es el día de todos los santos y el 2, el de difuntos. Así que ya están ocupados, se siente.

Dice mi madre que todavía recuerda, siendo niña, cómo sonaban las campanas de la Iglesia de San Juan, cercana a su casa, la noche del 1 al 2. En el silencio de la noche, era un tañido muy suave, distanciado y pausado, sobrecogedor, que en ningún caso inspiraba miedo, sino que incitaba al respeto y al memento. No era sólo un lamento. Aquel sonido llamaba a algo más trascendente y cargado de esperanza.