Digan lo que digan, me parece un gesto feísimo. Los trofeos hay que recogerlos con la misma personalidad con que se pierde. Con alegría, pero si extravagancias. No hace falta tirarse al suelo y retorcerse al dar el último pelotazo del partido. Con dar un grito y levantar los brazos ya vale. Luego, se sonríe caballerosamente, se saluda al público, se da la mano al rival, se levanta el trofeo en alto para que lo veamos todos, en fin, todo eso. Pero morderlo, como para comprobar si es auténtico, no sé. Que no.
¿Tendrá un contrato con alguna marca de dentífrico?