Competición nacional de gimnasia. El hotel se ha llenado de minúsculos renacuajos uniformados con sus padres. Tengo que aclarar que los niños en el hotel no me hacen una gracia especial. Suelen ser sinónimo de desorden, carreras, golpes, voces, mientras sus padres permanecen impávidos, cuando no riendo sus gracias.
Pero lo de hoy me ha dejado sin aliento. Se acerca a recepción una chavala de unos siete años, que apenas llega al mostrador, con una sonrisa de oreja a oreja y me suelta:
- Por favor, ¿podrías darme otras dos toallas para la 101?
- Sí, claro. Ahora mismo os las llevamos, ¿vale?
- Gracias.
Se va dando saltitos hacia su habitación.
- Dice que ahora nos las traen.- le dijo a alguien que la esperaba.
¿Por favor? ¿Gracias? Eran dos de las palabras que menos me esperaba en una víctima de la LOGSE. Hacen que mi voluntad se doblegue ante cualquier petición honesta. ¿Toallas? Cómo no. ¿Hilo musical? ¿Jacuzzi? ¿Rayos uva?...