...Pero siento un gustirrinín especial cuando los clientes me llaman por mi nombre. Al principio me resultaba extraño que me lo preguntaran, pensaba que era para poder pedir cuentas a la gerencia si algo salía mal ("ha sido Altea", y tal). Me daba repelús decirles cómo me llamaba. ¿A qué venía esa familiaridad?
Ayer, unos clientes extranjeros terminaban su estancia. Se despidieron respetuosamente, dieron las gracias por todo y al oír mi nombre en sus labios, mi sonrisa pasó de ser meramente matutina y "profesional" a ser espontánea.
Qué cosas.