"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

martes, 5 de junio de 2012

¿POR QUÉ?

Ayer me entró el "síndrome Mourihno". 



Primer capítulo: El picoleto
Detenida en un semáforo, con vehículos detrás y delante de mí, veía cómo un guardia civil de tráfico hablaba en buen rollete desde fuera con alguien que estaba dentro de una furgoneta. Situémonos. Calle de doble sentido. Mis compañeros de semáforo y yo en nuestro carril derecho. A la izquierda, el otro carril por el que no circulaba nadie y más a la izquierda todavía los vehículos estacionados, entre ellos la mencionada furgoneta con sus ocupantes y el guardia civil (en entorno urbano) dándole a la húmeda con ellos. Nuestro semáforo pasa al verde y antes de empezar a arrancar, el picoleto ordena al de detrás de mí que no se mueva, indica a la furgo que puede salir y ésta empieza a hacer la maniobra para salir de su sitio, atravesar la calzada, colocarse detrás de mí y emprender la marcha.
Ya sé que no es nada del otro jueves pero esos favorcillos y privilegios, ¿POR QUÉ? Te digo, y ya lo he dicho en alguna otra ocasión, que voy a tener que hacerme con una de esas "gergonetas".



Segundo capítulo: La ambulancia
Cada semana, una de las calles principales de mi barrio se ve tomada por el mercadillo. Puestos, público, gente que pasa por ahí para ir a otro sitio, etc. Un enjambre. Cierto día, una ambulancia que había acudido a una llamada de emergencia en un domicilio de la calle en cuestión, se las ve y desea para circular en dirección al hospital. A pesar de la bocina, puestos, "gergonetas" y demás no mueven un músculo para retirarse. El hombre fallece en la ambulancia. El asunto llega a las autoridades y a partir de entonces, obligan (dicen) a dejar un espacio mínimo para la circulación rodada en caso de emergencia. La cosa dura como dos meses. Un transeúnte hace ver a un municipal que la calle empieza a estar igual de desordenada que antes. En cualquier momento puede haber otra desgracia. El municipal se encoge de hombros y le vuelve la espalda. 


Tercer capítulo: Tú por aquí y yo por allí
Una mujer camina con sus pequeñajos en dirección a su casa por una calle solitaria, excepto por un grupo de borrachos malencarados que, sentados en la acera contraria, comienzan a incomodarla. Ella, al ver a un par de policías en moto que casualmente se acercaban, se sintió aliviada. Cuando éstos ya llegaban al cruce previo a la escena, uno giró a la izquierda y otro a la derecha, haciendo mutis. Es decir, ahí te las compongas.

Conclusión:
Ya sé que es frustrante detener a un pavo y al día siguiente o esa misma tarde verle otra vez en la calle. Pero es tu trabajo, tío, y tienes que hacerlo. Para eso te pagamos, si no quieres que empecemos a pensar que un policía o un picoleto no hace más que pasearse por ahí con el uniforme, metiéndose sólo con aquellos que saben que no les van a dar problemas.

Aclaración:
Todavía no cuento con ninguna multa en mi historial.