"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

miércoles, 16 de octubre de 2013

Recuerdos de unos y de otros

 
Nos cuenta Miriam los recuerdos de sus familiares y conocidos sobre la persecución religiosa de los años treinta. Y le comento yo lo que voy a desarrollar aquí un poco más.
Hay en mi familia una persona que vivió la guerra siendo joven todavía, pero con pleno uso de razón. Entre quince y diecisiete años, para ser exactos. De ella hemos oído sus recuerdos una y otra vez, narrados siempre como si nunca los hubiéramos escuchado y con todo lujo de detalles: alarmas que avisaban para recogerse en el refugio porque venían los aviones a bombardear; dificultades en el suministro de lo más esencial para vivir; angustia de tener al hermano mayor en el frente, sin saber si volverán a verle; etc, etc, etc. Terrible, pero hasta aquí lo típico de cualquier guerra. Se sabía, eso sí, que en el otro lado, mal llamado republicano, lo de ser cura, monja o algo parecido estaba tan mal visto que te quitaban de en medio antes de quemar el convento donde vivías. Y se sabía, entre otras cosas, porque se venía haciendo ya desde hacía unos años. Se sabía. Pero ya está.
Los detalles exactos los hemos sabido después. Es distinto decir que eran fusilados a decir que eran eliminados a golpes o enterrados vivos, después de ser humillados durante días. O que no era sólo a los religiosos, sino que bastaba con que a uno cualquiera, aunque fuera seglar, lo pillaran con un rosario en el bolsillo. O que no era sólo a mayores, sino a muchachos de quince o menos años. Distinto es decir que destruían el convento para cargarse una congregación, a decir que también profanaban los cuerpos allí enterrados y pisoteaban el Santísimo Sacramento. Es decir, saña demoníaca.
Llego a la conclusión de lo diferente que ha sido la versión que siempre ha escuchado Miriam en su Cataluña y la que he escuchado yo en mi Castilla. Dependiendo del territorio donde vivieran nuestros testigos, así han sido sus relatos, porque cada uno cuenta lo que ha vivido. Es como si hubieran sido dos guerras distintas. Con la beatificación de los mártires y el relato de sus historias hemos podido descubrir, gracias a hechos concretos, hasta dónde llegó la saña.
Miriam reflexiona sobre la valentía de los mártires y el perdón hacia sus enemigos.
Yo, por mi parte, me quedo alucinada con lo que podía haber pasado si no paramos los pies a estos tipos.