"La leona defiende su territorio del ataque de su peor enemigo: las otras leonas". Félix Rodríguez de la Fuente.
He visto esta frase como colofón de un chiste a toda página (que no he logrado reproducir aquí, una lástima), en el que una mujer contaba a una compañera de trabajo sus fracasos amorosos, y los intentos que había hecho para conseguir un medio noviete-amante-apaño con el que llenar un poco sus ilusiones: había ido a bailar, había entrado en chats, en grupos de singles... La compañera escuchaba solidariamente su perorata hasta que llega un punto: la desesperada amiga le pregunta si va a salir con su pareja ese fin de semana y si puede unirse. Ante el peligro que se avecina, la hasta entonces comprensiva "escuchadora" corta en seco con una negativa. Y al final, como ya hemos dicho, aparece la frase citada.
Me pregunto por qué no se pone en práctica esa capacidad instintiva de protección cuando se trata del marido y no sólo del amante.
- Yo, que estoy enferma -oí decir una señora- no voy a impedir a mi marido que vaya él de vacaciones. ¡Si no puedo disfrutar yo, que disfrute él! No voy a "obligarle" a permanecer continuamente conmigo. Esas "tiranías" es lo que luego causa tantas separaciones.
Me temo que, si su marido no tiene inconveniente en dejarla de lado unos días para disfrutar unas vacaciones a sus anchas, poco la necesita ya. Mi madre JAMÁS se fue de vacaciones durante la larga enfermedad de mi padre. No lo concebía. Y así hasta que la muerte los separó, oiga. Hablo de lo que he visto. Y estoy completamente segura de que mi padre habría hecho lo mismo.
Recordé lo que oí decir años atrás a una experimentada madre de familia:
- No entiendo cómo hay mujeres que dejan ir a sus maridos solos de viaje por ahí. ¡Con la cantidad de lobas que hay!
¿Qué causará entonces más separaciones?
- ¿Dónde estaba yo, que no lo vi a tiempo? -se lamentaba una esposa separada de su marido por culpa de una lagarta del trabajo.
Por supuesto, no quiero generalizar. Sé que, gracias a Dios, ni mucho menos es siempre así. Conozco esposas, muchas, que se saben al dedillo los más recónditos gustos y preferencias de su marido, datos con los cuales consiguen retenerlos a su lado sin ningún tipo de violencia, de la forma más natural. Porque, todo hay que decirlo, me da que el hombre es en este sentido mucho más débil y necesitado de "mimos".
- Mi marido lo que quiere son mimos. Y, claro, yo no puedo dárselos. (Verídico. Oído con estas orejas mías)
- Entonces, querida, los buscará en otra parte. Si no ahora, con el tiempo.
¿Cómo es posible que algunas esposas estén tan en babia? Pregunta abierta.