Este finde un joven ha olvidado en su habitación el cargador del móvil. Es muy habitual. Cuando se descubre el olvido el propietario ya suele estar a kilómetros de distancia. A veces el cliente puede regresar a por él y otras veces sucede que está ya tan lejos que no le compensa, de modo que tenemos una gran reserva de cargadores almacenados, algunos desde tiempos inmemoriales. No vienen mal, porque también hay quien lo olvida en casa y entonces en recepción solemos encontrar alguno que le sirve. Yo misma he echado mano de uno de ellos en varias ocasiones.
A lo que íbamos: un chico se ha dejado el cargador del móvil y aquí lo tenemos preparado, porque dice que vendrá a recogerlo por la tarde. Total, que a eso de las siete entra uno de la calle:
- Buenas, he estado aquí hace poco y me he dejado...
Mi mano ya estaba encima del cargador.
- ... una cartera de cuero. Venía a recogerla.
Retiré la mano del cargador.
- ¿Una cartera? No, nadie me ha dejado aquí nada de eso.
Esta situación suele ser un poco embarazosa, porque es la palabra de uno contra la del otro.
- Sí, es una cartera negra, de cuero. Es que no sé si ha sido en este hotel, sé que estaba por aquí, por el centro, pero no estoy seguro.
Luego dicen que una piensa mal de la gente. Es que hay algunos que lo ponen a huevo.
- ¿Cómo te llamas?- pregunté por si acaso.
- Fulano Mengánez.
En el ordenador no aparecía Fulano Mengánez.
- ¿Y cuándo viniste?
- La noche del 11 al 12.
- ¿Del 11 al 12? ¿Has estado en un hotel anteayer y ya no sabes cuál ha sido?
- Sí, es que...
- Pues aquí no hay datos tuyos, así que debe de haber sido en otro sitio.
- Vale, gracias, adiós.
Ya. O sea, que si por casualidad alguien se ha dejado una cartera y yo, que acabo de llegar, no me he enterado aún de quién es el dueño, voy y te la doy a ti, ¿no?
Intersante, muy interesante.