Total, que todo el mundo entra, que me parece muy bien, pero aquí nadie deja huella. Ni que acabase de limpiar. "Es que no sé cómo se hace", me dijo alguien. Y conociendo a ese alguien, comprendo que lo peor de todo es que seguramente es verdad.
Hay personas que no han sido dotadas de una especial destreza en el manejo de artilugios técnicos: "¿Y qué botón decías que era para rebobinar (más frecuentemente "ir para atrás")?"; "Entonces, para colgar cuando acabe de hablar, le doy aquí, a éste rojo, ¿no?"; etc, etc.
Pero mi teoría con respecto a esto es que, más que una cuestión de destreza o de edad ("Huy, hija, es que yo YA..."), es una cuestión de ponerse a ello. Darse cuenta de que las máquinas, pequeñas o grandes, ni muerden, ni sonríen cuando nos ven venir con cara de primera vez o cuando cometemos un fallo, ni tiemblan cuando les ponemos la mano encima.
Dos ejemplos que avalan esta teoría:
1- ¿Por qué yo no sé poner una lavadora? Porque creo que lo he hecho tres veces aisladas en mi vida. En mi casa quien pone la lavadora es mi madre. En cambio, servidora se encarga del horno. Ambos electrodomésticos tienen el mismo grado de simplicidad, pero las costumbres han hecho que uno de los dos nos parezca imposible.
2- Varias personas que conozco, mayores de sesenta años, afirman que ya no están para móviles. Por su forma de coger uno con las dos manos, parece ser cierto. Este fin de semana, mientras tratábamos de recuperar el camino perdido andando por senderos de Castilla, contemplamos la bucólica y tradicional escena de un pastor con sus ovejas. Y el pastor tan tranquilo hablando por el móvil. Entradito ya en años, el hombre. O sea, que lo de la edad no sirve.
Que todo es empezar, sí, creedme. Dicen que los españoles, primero lo tocamos todo, lo intentamos todo, y sólo al final, cuando no queda más remedio, miramos las instrucciones. Teniendo en cuenta que los folletos suelen venir en cualquier idioma antes que en español, es bastante lógico que actuemos así. Como mejor se aprende es investigando por uno mismo o atendiendo las explicaciones que nos den sin pensar mientras tanto "es imposible, es que yo ya...".
A veces nos ponemos cada barrera por delante, que si nos la hubiese puesto otro, lo consideraríamos enemigo.
A pesar de ello, comprendo que en ocasiones la complejidad supera todo ingenio, sagacidad y paciencia. El dibujo lo ilustra perfectamente.