"CUANDO LA VERDAD ESTÁ TODAVÍA CALZÁNDOSE LAS BOTAS, LA MENTIRA YA HA DADO LA VUELTA AL MUNDO" (Mark Twain)

lunes, 14 de febrero de 2011

Lázaro en el siglo XXI



Este finde un joven ha olvidado en su habitación el cargador del móvil. Es muy habitual. Cuando se descubre el olvido el propietario ya suele estar a kilómetros de distancia. A veces el cliente puede regresar a por él y otras veces sucede que está ya tan lejos que no le compensa, de modo que tenemos una gran reserva de cargadores almacenados, algunos desde tiempos inmemoriales. No vienen mal, porque también hay quien lo olvida en casa y entonces en recepción solemos encontrar alguno que le sirve. Yo misma he echado mano de uno de ellos en varias ocasiones.

A lo que íbamos: un chico se ha dejado el cargador del móvil y aquí lo tenemos preparado, porque dice que vendrá a recogerlo por la tarde. Total, que a eso de las siete entra uno de la calle:

- Buenas, he estado aquí hace poco y me he dejado...

Mi mano ya estaba encima del cargador.

- ... una cartera de cuero. Venía a recogerla.

Retiré la mano del cargador.

- ¿Una cartera? No, nadie me ha dejado aquí nada de eso.

Esta situación suele ser un poco embarazosa, porque es la palabra de uno contra la del otro.

- Sí, es una cartera negra, de cuero. Es que no sé si ha sido en este hotel, sé que estaba por aquí, por el centro, pero no estoy seguro.

Luego dicen que una piensa mal de la gente. Es que hay algunos que lo ponen a huevo.

- ¿Cómo te llamas?- pregunté por si acaso.

- Fulano Mengánez.

En el ordenador no aparecía Fulano Mengánez.

- ¿Y cuándo viniste?

- La noche del 11 al 12.

- ¿Del 11 al 12? ¿Has estado en un hotel anteayer y ya no sabes cuál ha sido?

- Sí, es que...

- Pues aquí no hay datos tuyos, así que debe de haber sido en otro sitio.

- Vale, gracias, adiós.

Ya. O sea, que si por casualidad alguien se ha dejado una cartera y yo, que acabo de llegar, no me he enterado aún de quién es el dueño, voy y te la doy a ti, ¿no?

Intersante, muy interesante.

jueves, 10 de febrero de 2011

Reserva telefónica


El hombre terminaba de darme sus datos para hacer una reserva.

- ¿Y por ahí para aparcar qué tal? -preguntó.

- Bueno, todo esto es zona azul, ya sabe, hay que estar pendiente de la hora y...

- No, eso no me preocupa. Tengo tarjeta de discapacidad.

Le pregunté entonces si necesitaba algún tipo de adaptación, o prefería la habitación más "a mano" o alguna otra cosa.

- Ah, no, no se preocupe. Yo ando perfectamente. Lo único es que me falta un "faro", ¿sabe? Pero nada más.


Le falta un "faro"... Parece ser que no lo lleva mal.

jueves, 3 de febrero de 2011

De uno en uno (y III)

Con Mabel, la que pontificaba sobre los derechos de los demás, no conseguí hablar, así que le envié el vídeo-trailer de Blood Money, del que opinaba a la vuelta de correo que le parecía "irreal y partidista".

Navegando por ahí me encontré por ejemplo a Gustavo Bueno, ateo de primera fila, Feministas por la vida y lo más curioso de todo: la Alianza pro vida de gays y lesbianas que, francamente, me hizo mucha gracia. No se trata de sentirse acompañado por quienes al mismo tiempo propagan otros errores, pero es necesario que se sepa que la defensa de la vida no es una cuestión de derechas y de "fundamentalistas católicos".

Hubo algunos que no necesitaron una ley que les permitiera machacar a otros: directamente lo hicieron y se quedaron tan tranquilos. Véase:




Mabel aún no me ha contestado a mi último correo, donde le daba estos datos. Dice que ella nunca discute.

De uno en uno (II)


En los días siguientes, y de una en una, las reacciones fueron de lo más variopintas.
Raquel (la que dijo lo de las señoras de 60 años) aseguraba no haber participado en esa conversación, pese a que todas estábamos perfectamente sobrias y habían transcurrido muy pocos días:
- Huy, pues no me acuerdo de nada de eso. Debió de pillarme distraída, pensando en otra cosa, porque de verdad que no tengo ni idea. Sé que estuvimos hablando de eso, de aquello y de lo otro, pero en concreto de esto que me cuentas, ná de ná. Bueno, no, y en cuanto a lo que dices es verdad, estoy de acuerdo contigo, porque claro, bla, bla, bla...
Ya.
Por su parte, Beatriz, con especiales dificultades para seguir una conversación hasta el final porque siempre la interrumpe, fue muy clara:
- No, si yo en realidad no estoy a favor del aborto.
Momentos antes había dicho que ella no estaba en contra de nada, porque las cosas cambian a lo largo de la historia, y lo que ahora nos parece fatal, dentro de poco tiempo se ve como algo muy conveniente.
- Es verdad -respondí irónicamente-. Sin ir más lejos, la esclavitud. No entiendo por qué se derogaría, con lo bien que vienen uno o dos esclavos en casa. Voy a empezar una cruzada para que se vuelva a implantar.
- Oye, pues a lo mejor lo consigues. Mira a ver.

Hasta aquí, parece ser que nadie dijo lo que quería decir en realidad. La fuerza del grupo, de la masa, es muy potente. Y en España, lamentablemente, más.
Para mañana dejo lo que sucedió con Mabel, una historia de lo más graciosa.

martes, 1 de febrero de 2011

De uno en uno (I)


Andábamos tomando unos "cafeses" después de una comida de colegas de clase. Fuimos saltando de un tema de conversación a otro, hasta que alguien terminó espetando, en plan sentencia:

- Es que es insoportable la gente que no respeta los derechos de los demás. Por ejemplo, la gente que no quiere el aborto porque dice que les van a obligar a abortar y ellas no quieren. Que no señooora (tono perdonavidas), que no es que le vayan a obligar a abortar, que es un ley para que QUIEN QUIERA pueda abortar. La que no quiera, que no lo haga, pero que exista una ley que permita abortar para que, las mujeres que lo deseen, puedan abortar.

- Eso, -otra- además, a mí me dan ganas de decirles "pero señora, que usted con sesenta años ya no va a tener ese problema, no se meta".

A esto sucedieron afirmaciones varias, aunque no unánimes, también hay que decirlo.

Nunca se me ha dado bien discutir en grupo. Hay quien no tiene inconveniente, incluso disfruta con el arte dialéctico y litigante. Pero a mí Dios no me ha otorgado el don de la respuesta rápida, y cuando alguna vez la he dado ha sido a bulto, sin saber si mataba o espantaba.

Así que no, amigos, no iba a entrar ese día a vuestro trapo. Tengo la experiencia de que en una situación así, la opinión minoritaria o solitaria de alguien termina ahogada por las voces embravecidas de los demás. Pero aquello no podía quedar así. Cuando llegué a casa, el plan ya estaba marcado: veríamos si de uno en uno opinabais lo mismo.

(Mañana sigo)