Con "indeliberado" me refiero a todo aquél que no tiene intención de ser maestro, pero que, por una circunstancia u otra, acaba ofreciendo algún tipo de enseñanza, sin buscarlo.
- La ventaja de las primeras plantas de los edificios es que puedes observar con detalle durante unos minutos antes de ser descubierto.
La afirmación de mi amiga era tan sincera como cierta. Llevábamos ya un rato observando desde la terraza de su casa el ir y venir de los viandantes mientras hablábamos y hablábamos…
- ¡Mira!
Abrió los ojos y se agazapó ligeramente, como quien ha descubierto el objetivo desde la trinchera.
- ¿Qué?- la verdad es que me alarmé.
- Ese señor… Ése de ahí, el de la silla de ruedas.
- Ah...
Vi a un hombre de unos cuarenta años, bien parecido, elegante, traje, corbata, con un portafolios sobre sus rodillas. Efectivamente, avanzaba impulsándose él mismo desde su silla. Mi amiga continuó:
- Todos los días pasa por aquí. Vive ahí, a la vuelta. Un día le vi entrar en casa. Creí que necesitaría ayuda para sujetar la puerta, subir el escaloncillo, pero no. Lo tenía todo controlado. Entró él solito como si tal cosa. Lo que todavía no sé es dónde trabaja, pero de algún sitio viene, porque pasa puntualmente por aquí a la ida y a la vuelta, con el portafolios. Y muchas veces le acompaña su familia. Está casado, su mujer es de joven así, como él más o menos, y tienen dos niños pequeñajos, niño y niña. A veces va a buscarles él al colegio, y viene con ellos, el pequeño cómodamente sentado encima de él. Otras veces veo a su mujer que viene con los niños y se encuentran ahí los cuatro, y ya van a casa juntos.
Por un momento creí estar hablando con Susanita, la amiga maruja de Mafalda.
- Vaya, qué bien informada estás.
- Ya te digo, que les veo mucho. Y al principio me intrigó, qué le podría haber pasado y eso, un hombre con toda la vida por delante, porque ya le ves, que no es mayor. Pero ahora, aunque sigo sin saberlo, ya no me intriga. Me quedo observándoles, lo contentos que van, todos juntos. Da gusto verlos. Como si nada hubiera pasado. Y él no te creas que necesita de alguien para ir y venir, ya le ves que se impulsa solo, con todo brío.
- Sí, y eso que la calle no es nada fácil. Está rugosa y llena de vados que suben y bajan.
- Pues a eso me refiero, que cuando la calle se pone borde y le cuesta más, ni una queja, ni un mal gesto. Sólo el esfuerzo natural, el impulso. Claro, que con una familia así es difícil enfadarse.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues eso, que yo veo gente que sí, lo tiene crudo, y que sus limitaciones físicas acaban con su paciencia, y primero se agobian, luego se deprimen y por último deciden mandarlo todo a [censurado por la autora del blog]. Pero cuando tienes una familia que está contigo, que te demuestra que significas mucho para ellos... no sé. Creo que uno se lo piensa un poco más, ¿no?
- Desde luego.