No digo su nombre porque ella no lo menciona, así que respetaremos su intimidad. Hace ya un tiempo decidió recoger en un blog todas las anécdotas, comentarios, preguntas, etc que sus pequeñísimas fieras le planteaban en catequesis. La idea fue brillante, porque, ciertamente, en ocasiones las ocurrencias de los niños dan que pensar a los mayores. Aquí hay un ejemplo que yo aún releo de vez en cuando.
El caso es que, entre unas cosas y otras, mi amiga tiene el blog un pelín atrasado, pero ella insiste en que no está terminado. Seguirá escribiendo en cuanto su salud y obligaciones profesionales y familiares se lo permitan.
Durante las vacaciones no ha perdido el contacto con los chavales, que viven todos muy cerca. La lucha ahora consiste en que continúen asistiendo a la misa dominical, aunque no tengan catequesis, siempre que sus poco fervorosos padres se lo permitan.
- ¡Hola, Alba! ¡Huy, qué cara de sueño traes!
- Sí, es que... Me ha costado más ir a misa hoy...
- ¿Ah, sí? ¡Pero lo has conseguido!
- Sí, es que, ¿sabes? Ayer vinimos mis padres y yo de viaje y llegamos a casa a las tres de la noche. Y hoy, cuando me he despertado, era ya la hora de levantarme si quería llegar a tiempo, pero tenía tanto sueño todavía, que he estado a punto de quedarme en la cama. Pero luego pensé en la ilusión que le iba a hacer a Jesús si iba y entonces me levanté. Y ahora tengo un sueño...
La conversación se prolongó un poco más, pero no nos importa. Yo también he dado catequesis y sé que si los padres no colaboran parece que predicásemos en el desierto. Pero como no podemos saber a ciencia cierta qué cae en saco roto y qué recogen, ahí dejo este hecho real cuyo parecido con la ficción es mera coincidencia.